La edición vigésimo octava de los Premios Goya tuvo lugar en el hotel Auditorium de Madrid el
domingo 9 de febrero. La gala fue presentada por Manel Fuentes, aportando un tono cómico como es habitual, pero sin
llegar a conquistar al público.
A las 20.00h aproximadamente comenzaron a desfilar los famosos por la alfombra roja.
A la entrada, se reunieron varios colectivos para hacer sus reivindicaciones, como los trabajadores de
Coca Cola, miembros de la asociación contra los deshaucios o los figurantes.
Si bien los dos primeros no tenían relación con el Cine propiamente
dicho, los últimos si hicieron la reivindicación en un lugar y momento oportuno.
Una de las primeras en aparecer fue Inma Cuesta, afirmando que estar nominada había sido toda una
sorpresa para ella.
Javier Cámara ya
declaraba ante las cámaras que “todos deseamos tener un premio en nuestras
vitrinas”. Su tocayo, Javier
Bardem, aparecía de la mano de su madre, Pilar Bardem. El actor expuso que “estamos muy
orgullosos de lo que hacemos”, y más tarde, en la gala, diría que “los
ciudadanos siempre están por encima de los políticos.”
Por su parte, Marián
Álvarez, que estaba nominada por su papel en La herida, confesó
que no había recibido ninguna oferta de trabajo a pesar de haber sido
reconocida con un galardón en el Festival de San Sebastián.
El director de La gran familia española, Daniel Sánchez Arévalo, dijo: “si
me voy de vacío, igual que dan collejas”.
Fue llamativa la ausencia del Ministro de Cultura, José Ignacio Wert, pues en todas las
anteriores galas de los premios, ha estado presente el correspondiente
ministro, como es de esperar. Algunos de los asistentes comentaron –y criticaron-
esta ausencia con palabras tan acertadas como estas: “si el ministro de defensa
no fuese al desfile de las fuerzas armadas, su jefe lo despediría al día
siguiente.”
Las ausencias que sí
estaban escusadas fueron las de Alex de la
Iglesia, Adriana Ugarte o Quim Gutiérrez, entre otros.
Comenzando ya la gala, el presentador hizo primero una introducción para
pasar después a conceder algunos de los premios.
Enrique González Macho,
presidente de la Academia, lazó un mensaje correcto pero sin olvidar las
reivindicaciones de apoyo al
Cine. Se quejó de que “seguimos sufriendo la injusticia del IVA
cultural”, y manifestó que “hacer una película en nuestro país es un auténtico
acto heroico.”
Los premios a cortometrajes fueron
extremadamente acelerados, sin darles la importancia que se merecen, y con
algunos comentarios que sugerían desprecio.
Por otra parte, la sesión fue amenizada por los ya típicos sketches en
los que el presentador se mete en las películas para hacer una parodia de las
mismas. También se incluyó una ficticia categoría de películas que no llegaron
a hacerse.
Jaime de Armiñán se extendió
en su discurso al recibir el premio honorífico, pero nos quedamos con esta
frase que pronunció entre otras tantas: “¡Viva la jota, viva Aragón y viva el
Cine español!”
Con todo esto, la gala tuvo una audiencia moderada, con tres millones y medio de espectadores, un dato
inferior al de los últimos cinco años. Si el año pasado se consiguió un 23,3%
de share, este año ha caído hasta el 19,8%.
En definitiva, los Premios Goya reconocieron el trabajo de Vivir es
fácil con los ojos cerrados, hicieron justicia con Javier
Cámara, ni se habló de Los amantes pasajeros, prácticamente
se olvidaron de películas como 15 años y un día o Caníbal, y a Daniel Sánchez Arévalo le
debieron dar alguna que otra colleja.
Eso sí, la buena noticia es que tras el éxito entre la crítica de Vivir es
fácil con los ojos cerrados, ya han anunciado que será
reestrenada para darles una segunda oportunidad a los que se la perdieron, o a
los que quieran volver a verla en la gran pantalla.
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