“El artista de Cine escoge una determinada escena que
quiere fotografiar. Dentro de dicha escena, puede excluir objetos, cubrirlos,
hacer que se destaquen y, pese a todo, no chocar con la realidad.
Puede
aumentar o disminuir el tamaño de las cosas, puede hacer que objetos pequeños
resulten de mayores dimensiones que los grandes y viceversa.
Puede poner de lado,
una tras otra o intercaladas, cosas que en el espacio y el tiempo está
completamente separadas. Puede resaltar lo que tiene importancia, por muy
pequeño e insignificante que sea y de este modo conseguirá que la parte
represente al todo.
Puede recostar lo que está erguido y poner derecho lo que
está reclinado; puede hacer que se mueva lo que está inmóvil inmovilizar lo que
está en movimiento. Elimina zonas enteras de percepción sensorial y confiere
así mayor relieve a otras, ingeniándoselas para que reemplacen a las que
faltan. Puede hacer que lo mudo hable y así interpreta la esfera del sonido.
Muestra el mundo no
solo según aparece objetivamente, sino también según aparece subjetivamente.
Crea nuevas realidades en las que pueden multiplicarse las cosas, invertir sus
movimientos y acciones, deformarlos, ralentizarlos o acelerarlos. Infunde vida
a mundos mágicos en los que desaparece la fuerza de la gravedad, donde
misteriosos poderes mueven objetos inanimados y donde las cosas rotas se
reconstruyen.
Establece puentes simbólicos entre acontecimientos y objetos que
no tenían ninguna conexión con la realidad. Interviene en la estructura de la
naturaleza para transformar cuerpos y espacios concretos en espectros trémulos
y desintegrados. Paraliza el curso del mundo y de las cosas, convirtiéndolos en
piedra. Infunde vida a la piedra y la invita a moverse. A partir de un espacio
caótico e ilimitable crea imágenes de forma bella y de profunda significación,
tan subjetivas y complejas como las de la pintura.”
Rudolf Arnheim
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